Cuento que aparece en el libro “Preámbulo para un suicida”
¿Cómo
habría escapado su compañero de la muerte? Ni tan siquiera tuvo necesidad de
disparar el arma, solo escapó. Lo más probable fue que antes de llegar a la
intersección de las calles 18 y 19 los dos jóvenes se separaron. El guardia
debió seguir al que iba desarmado; o, en efecto, José Ramón era el objetivo.
Esto lo hizo precipitarse de la acera para cruzar la calle 19 con intenciones
de correr 18 abajo. El policía avanzó unos pasos en dirección a la calle 16.
Por un momento el joven aminoró la marcha, al ver que el peligro perecía
alejarse. Su compañero, con pasos aligerado escapó en dirección opuesta al
policía, que no tuvo intenciones de retirarse, solo avanzó escasos metros para
avisar a una perseguidora detenida en la otra esquina, que encendió la sirena,
signo de muerte y miedo.
Un
mensajero de un banco de películas llamado Martino, vecino de la cuadra donde
vivía, me aconsejó dirigirme a un tecnológico que llevaba el nombre del mártir,
y de donde él era profesor. Alternaba las dos funciones. Me aseguró no
recordarse de la vida del joven combatiente, pero dejó entrever que existía una
biografía en algún lugar de la cátedra. Creo que hace unos años mandé a
redactar su biografía.
Al
sentir la sirena de la perseguidora José Ramón corrió; pronto la tuvo cerca,
trató de escabullirse en la escalera del edificio que está por la calle 18, al
lado del bar, pensaba en mi desvelo, reconstruía los hechos. A partir de ese
momento tenía el testimonio del más cercano y único testigo o tal vez el delator; el vendedor ambulante. Todas las personas
desaparecieron del lugar, las ventanas y puertas fueron cerradas, el miedo que
infundía la perseguidora era evidente. La versión que no se asemeje a la mía,
es falsa, decía constantemente el vendedor a quien
vi más de una vez sobresaltarse con lágrimas en los ojos, cuando el recuerdo de aquel día se apoderaba de él. No se había quedado por valentía, le fue imposible
huir.
–A
esa hora mandarme a correr era ser blanco fácil de una confusión y de una bala
–describía el vendedor.
Optó
por tirarse al suelo, desde donde pudo ver cómo José Ramón al tratar de entrar
al edificio era alcanzado por los esbirros a quienes apabulló a estrellones y,
después de liberarse momentáneamente de ellos, entró y corrió escalera arriba;
después sonó un disparo.
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