lunes, 28 de enero de 2013

Continuación de la historia de Mezquida, el hombre los 150 años en Los ahorcados, mi novela negra.


Mezquida fue diplomáticamente sacado de la fábrica, teniendo en consideración que era uno de los tres mil médicos que se quedaron en el país después del triunfo de la revolución. El último día fue hasta la maquina 10 donde yo trabaja para despedirse, dijo que por haber sido yo el primero. Era algo así como el elegido. Solicitó mi colaboración para ayudarlo a recoger sus cosas de dentro del consultorio de la fábrica. Esperó a que terminara el turno. Yo no puse objeción para llevar sus pesadas pertenencias hasta su casa. Era mucho peso para un hombre de avanzada edad. Salimos y caminamos doscientos cincuenta metros. Esa es la distancia aproximada que existe desde la fábrica a La puerta de la paz, como se denomina a los tres arcos que conforman la entrada principal del cementerio Cristóbal Colón de la Habana. Allí me despidió. Hasta aquí llegas tú, y muchas gracias, me dijo. Lo vi perderse detrás de la capilla central del cementerio, a medio kilómetro de distancia. Cargaba la pesada valija como si nada. Un celador me preguntó si yo era familia de aquel viejo. Después de mi negativa me confesó que lo había visto hablando en reiteradas ocasiones con los muertos. A eso viene aquí, me dijo.
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