sábado, 31 de marzo de 2012

Poema 8: Parodia de amor


Moriré, aunque simplemente no moriré.
Moriré, pero estaré en ti y en mí.
Moriré, con el pecho abierto cediéndote el corazón.
Moriré, para henchir los espacios prohibidos.
Moriré, con tu imagen atrapada en las pupilas.
Moriré, sin suspender uno solo de mis latidos.
Moriré,  y seré cadáver privado –solo para ti–.
Moriré, a libre albedrío y espontáneamente.
Moriré, y mi muerte hará la parodia
de este amor clavado en mi pecho.


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viernes, 30 de marzo de 2012

La Aurika (2da parte), cuento que aparece en el libro “Preámbulo para un suicida”

La Aurika, 2da parte

 
Los tres forcejeábamos, ellas empujaban la Aurika hacia arriba, yo hacia abajo. Una me agredió, mi esposa la abofeteó. La Aurika cayó al piso. La policía llegó.
En la estación siguió la discusión al no ponernos de acuerdo junto al jeep, un oficial gritó para romper el nudo de palabras:
–Uno a uno, por favor, que no se entiende lo que dicen. ¡Si no se callan los meto en el calabozo!
Nos tranquilizamos. Una tregua. El oficial comenzó a darnos la palabra. Empezó por las portentosas mulatas llenas de alhajas. Pura caballerosidad, dijo.  Yo fui el último. Al parecer mi esposa y mi hija no existían para él.
–El dueño que enseñe la propiedad –ordenó.
–¡Ah, pero esos trastos viejos ya no tienen propiedad!, Si usted pidiera la propiedad de un aparato ultramoderno, vaya, un equipo de música como el que está en mi coche, por ejemplo –dijo una de las mulatas–, un trasto de estos se puede encontrar botado en cualquier esquina –aseveró risueña y coqueta.
El oficial sonrió. Intercambiaron sonrisas. ¡Vaya ricura de mulatas refinadas en el exterior! Eso debió pensar el policía. Mi esposa aprovechó el desliz emocional de la autoridad para contarle la historia de pujas y conflictos que antecedieron la compra de la vieja Aurika. Salió a colación la endemoniada reunión de méritos y deméritos donde hube de pelear duro contra mis compañeros de trabajo; la fábrica completa aspiraba a la única lavadora asignada.
–Muy interesante el cuento, pero ¿y la propiedad dónde está? –inquirió el oficial.
Sin pensarlo saqué de un bolsillo el vale de servicio del taller con la intención de mostrarlo:
–A usted no le he pedido nada –dijo molesto.
–Pero, oficial, mire este es el…
–No tengo que mirar nada, guárdese el papelito –ordenó.
Bajé mis manos y “el papelito”. Vaya papelito inútil, el que mi esposa puso delante del oficial.
–Esto no es lo que pido –dijo el oficial.
Por lo menos no se lo rechazó, pensé.
–Si no se ponen de acuerdo, van a tener que ir a juicio. 
Salimos de la unidad con las manos vacías. Nuestra hija lloraba. Las mulatas se quedaron rezagadas. Acogían cuanto beso le brindaran. ¡Vaya baboseo!
–¡Tú verás, mi amor, que estas hijas de putas te van a poner a lavar a mano!
–No acabo de entender, si tienen tanto dinero, ¿para qué quieren la Aurika? –preguntó mi mujer con el rostro entristecido.
–No entiendo lo que pasa, ni lo que nos pasará, pero vamos a tener que litigar nuestra vieja lavadora ante un juez, ¡cojones, con la cantidad de trabajos voluntarios que tuve que hacer para ganármela!
El día del juicio nos presentamos temprano en el pequeño local donde radicaba el Tribunal Popular de base o barrio, como algunos decían. Las dos mulatas llegaron justo a la hora de ser abierta la sala. Se desmontaron de una limosina marca Volvo, último modelo. Inmediatamente fueron rodeadas por una comisión de embullo. Las personas mascaban chicles, entre ellos, el oficial que nos había atendido en la estación. Un efluvio francés, se impuso en el recinto. Nuestro tibio olor a limpio se diluyó con la llegada de las dos mulatas refinadas en el exterior. Corroía todo lo que alcanzaba. El Juez se hizo esperar por casi una hora. Al irrumpir en la sala todos nos pusimos de pie. A la orden de sentarse, ocupamos nuestra posición. A continuación, leyó los papeles que estaban sobre la mesa y dijo:
–Al parecer hoy va a ser un día corto, ¿un solo litigio, Secretario?
–Sí –respondió el ayudante que lo miró nervioso o tal vez sorprendido.
Dos Alguaciles del Tribunal, apoyaron al Secretario con ademanes afirmativos.
–Que se acerquen los representantes de cada una de las partes –ordenó el Juez.

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jueves, 29 de marzo de 2012

Poema 6: Ascuas




Ascuas


Haz como si estuvieras en ascuas.
Pero asegúrate al subir
llevar una sonrisa en los labios
y el corazón en las manos.
Asegúrate de llenar mi boca
con endemoniados besos.
Asegúrate de que seas tú
la tempestad añorada.

Haz como si estallaras
bajo mi cuerpo.
Pero asegúrate que el dolor y el placer
se conviertan en orgasmo.
¡Qué se rompan los dientes!
en enfurecidas carnes,
que sature tu talante
el sabor placentero.
Que sea el amor
quien alimente la hoguera. 


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sábado, 24 de marzo de 2012

Los ahorcados en el KDP Select

La obra, dividida en cuatro partes, se enmarca dentro de un proceso revolucionario consolidado, sumido en una inédita crisis económica. De pronto, los valores que con tanto esmero inculcara a sus ciudadanos el proceso revolucionario finiquitan, haciendo renacer nuevamente los valores de la antigua sociedad. Todos los que habían confiado y creído en los postulados revolucionarios de los padres fundadores, postulados que exacerbaban la pureza, la honestidad, el sacrificio, la solidaridad y la equidad social, quedan desorientados y muy mal parados con el transcurrir de una crisis que es eternizada en la obra.
Esta primera parte termina con la aparición de los hijos de Gloria, viuda de un insigne ministro. En ellos se refleja el pensamiento más recóndito de la burguesía revolucionaria enquistada en el poder, es la benefactora casi exclusiva de la suntuosidad del bienestar, como dijera Mezquida en un diálogo mientras adoctrinaba a uno de sus pupilos.
El poder, componente determinante en la vida de los hombres y de las relaciones sociales, los amores poco ortodoxos, lo divino, la doble moral, el engaño y el odio, se unen en un todo y sugieren con sutileza el leitmotiv de cada uno de los personajes, atados a un fuerte instinto de supervivencia que subyace en cada escena como hilo conductor. Es la naturaleza humana quien corroe involuntariamente la conciencia de los hombres, parece clamar Valdecruz, que se transfigura con suspicacia en Mezquida, es la natura, lo inevitable, lo intrínsico del ser.
En la segunda parte de la obra se nos devela una sui géneris cofradía alcohólica: La parrilla de los borrachos. En ese lugar aparecen, en medio de los conjuros de Ada, seres fantásticos como el Maestro Machete, el Abogado Mendigo, el Ministro Andarín, que obligan al tío de Nora a realizar una labor de desmitificación. Es el lugar donde se sirve con naturalidad los exóticos caviar y pate criollo, es el lugar en que no falta el asado y donde los borrachos y los menesterosos de la ciudad quedan protegidos de la espantosa hambruna. Los actores secundarios matizan la debacle social y sus acciones antes, durante y después de la gran crisis, marcarán el derrotero de cada cual en un lapso de cincuenta años.

viernes, 23 de marzo de 2012

Poema 5: Animal de siete vidas



Animal de siete vidas

Esa mujer grita,
va hacia las esquinas
donde insulta
y esconde sus sudores.
Esa mujer posee siete vidas de gato
mientras yo busco refuerzos
apuntalo el sexo de este animal
de fibras y mil formas de crujir.
Fui víctima de la tentación,
puedo asegurar que estoy vivo
pero lleno de insultos y demoledores jadeos
que enaltecen el letargo liberado.
Esa mujer es un buen pretexto animal
lleva la verdad del juego peligroso
cargando en sus pechos
el crepitar  de las medallas.
Ahora soy nuevamente  víctima
situado en cualquier sitio,
un monarca pálido
atrapado en una gran abertura
donde se pierden los cojones
y mis brazos que arrancan pelos
esquivan dentelladas entre orgasmo y esperma.
El último grito de la fiera
quedó en un  raro espanto,
sin renunciar… jamás;
al llanto… a los ritos… al delirio y,
aún poco más de muerte y placer.



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jueves, 15 de marzo de 2012

La Aurika (1ra parte), cuento que aparece en el libro “Preámbulo para un suicida”


La Aurika, 1era parte.

La lavadora Aurika estaba en el borde de la acera; la suerte nos había acompañado ese día. El equipo, increíblemente, tuvo reparación en un taller cercano. Mi esposa cantaba a nuestra hija una canción infantil. Se veían felices, ajenas a mí y al motivo que nos había llevado a aquella esquina. Aparté la vista de ellas por un momento; para ser sincero llevaba un tiempo con la vista apartada del mundo, hasta de ellas, solo esporádicamente pequeños raptos felicidad me inducían a mirarlas. Me había transformado en un cautivo de la vida pasada o mejor dicho de la vida que me había pasado por encima. Con todo y eso, la prefería y la añoraba. Me eternicé en una inútil divagación mental sobre un pasado que jamás volvería. De eso quedé convencido aquel día al mirar hacia el borde de la acera donde ya no estaba nuestra lavadora. La Aurika ahora estaba detrás de un lujoso jeep todoterreno. Dos refinadas mulatas, llenas de alhajas, la cargaban. Corrí hacia ellas. Mi esposa arrastró a la niña, secundando mi acción.
–Compañeras, ¿qué hacen con mi lavadora? –dije a las elegantes señoras.
–¿Tu lavadora?... La tuya será otra, porque esta es nuestra –dijeron en copla perfecta, con evidentes ínfulas de superioridad–, paramos para acomodarla porque maltrataba nuestra compra –acotaron.
El interior del jeep estaba repleto de mercancías compradas en divisas, de esas que hacen empequeñecer a cualquier hombre honrado y trabajador que viva solo del salario y que además, tenga esposa e hija. Nosotros, mi familia y la vieja Aurika, dábamos una sensación de anacronismo junto a aquella gota de esplendor ostentoso caída en una ciudad que lloraba piedad y miseria.
–¡No!... esa es mi lavadora, la que gané mérito a mérito, con mi trabajo.
–Me parece que te confundiste –dijo una de ellas– ¿méritos?... –murmuró– mira, yo no sé de donde tú saliste, porque hasta donde nosotras conocemos las cosas se compran con dinero, no con esa cosa que mencionaste –acotó a la vez que su compañera la apoyaba con gestos–, busca la tuya, que esta se compró con dinero.
Los tres forcejeábamos, ellas empujaban la Aurika hacia arriba, yo hacia abajo. Una me agredió, mi esposa la abofeteó. La Aurika cayó al piso. La policía llegó.

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viernes, 9 de marzo de 2012

Poema 4: Aflicción


Aflicción

Tú me dejaste fuera de ti,
y yo puse una bomba,
y me hice terrorista,
me convertí en asesino en serie,
invertí la preferencia sexual,
me emborracho a toda hora,
organizo noche a noche una orgía con cien mujeres,
juego todo lo que tengo y más,
te amenazo de muerte,
y a pesar de todo
y por muchas cosas que me invente;
tú, no te me sales de adentro.


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El Héroe y el vendedor, 4ta parte


Cuento que aparece en el libro "Preámbulo para un suicida"


–¿Es todo lo que tiene? ¿Puede hablarme sobre él? –imploré, necesitado de algo y alguien que pudiera aportar más detalles. Esas frías biografías, una hija de la otra, no se asemejaban al testimonio del vendedor. El especialista no fue muy cooperativo, afirmó carecer de más información, tampoco sabía quién era el autor de la biografía, no dejó que la transcribiera por falta de tiempo, y no se pudo pasar el escrito a un disquete por problemas en el ordenador.
El bibliotecario cerró el programa y apagó el equipo, realmente se veía apurado. Salí del local y mientras caminaba por la espaciosa biblioteca la desazón reprendía mis meditaciones, sintiéndome insatisfecho.
Alberto, Alberto, no puedes pretender que te hablen del mártir de la misma manera que lo hizo el vendedor, él vivió la historia que repetía. Faltaban pocos metros para llegar a la puerta de salida, aminoré el paso y miré hacia un punto donde había varias mesas con sus sillas, un fondo con ventanas de cristal y una gran vitrina, cerca de la puerta, hacia dónde me dirigí. Viejos documentos, medallas y trofeos, además de varias fotos, se guardaban detrás del cristal. Todo se veía opaco y marchito dentro del mueble, era evidente que desde hacía años no recibían tratamiento de conservación, total ¿para qué?, todo el mundo pasaba frente a la vitrina sin recabar en ella, en cualquier momento te sacan de aquí, murmuré frente a ella mirando las fotos y demás elementos expuestos.
La historia tantas veces descrita, mis investigaciones, mi necesidad de saber y conocer a fondo la vida de aquel joven, tomaron otro matiz al ver sus objetos personales frente a mí. Me sentí cerca de él al ver sus diplomas escolares, sus fotos y sus trofeos.
Con los datos recabados de las biografías y el material histórico que tenía al frente se hacía menos impersonal, pero sus fotos me consternaron, siempre lo había imaginado maduro, de fracciones duras y con vasta experiencia en la vida y la lucha revolucionaria. Había sido asesinado casi al final de la adolescencia, las fotos descubrían rasgos infantiles, desprovistos de temple y valentía, contrastando con su grado de Capitán, Jefe de la Célula número 8, de acción y sabotaje, del Movimiento 26 de Julio en una Habana inconstitucional, corrupta y tiránica.
–Se puede quedar aquí adentro –sugirió el bibliotecario que salía apresurado–. ¡Ah!, no le abra a nadie.
Al parecer estaba tan sumido en la vitrina, que no se atrevió a sacarme de la biblioteca, pese a ser un extraño.
–Esas fotos, documentos y trofeos fueron una donación hecha por los familiares del mártir, creo que la hermana y la madre. La biografía la hicieron en la Casa de los Combatientes del municipio –afirmó, cerrando la puerta.
Solo en el inmenso salón y frente a la historia que se mostraba en la vitrina quedé extasiado por un largo rato. La historia del vendedor y mi historia preconcebida tenían que ser ajustadas, según la biografía, el suceso había ocurrido sobre las tres de la tarde, dos horas después fue encontrado por amigos y familiares en el hospital Emergencia con un tiro en la nuca que fue lo que lo mató, el disparo fue hecho a boca jarro, duró cuatro días con vida, nunca recobró el conocimiento.
El balazo recibido frente a mi testigo, dio en su espalda, herida que tenía en el cuerpo a la hora de su muerte. El tiro escuchado por el vendedor dentro de la escalera, no hizo blanco. Según mis deducciones, el disparo que lo hirió de muerte fue el realizado en la perseguidora, en la calle 18 antes de doblar por 17.
Todo me llevaba a la Asociación de Combatientes de la Revolución del Municipio Plaza. 
–No, compañero, de ese mártir no hay nada escrito –argumentó una funcionaria–, ahora es que estamos investigando sobre él, será declarado el mártir del municipio –anunció–. Lo que sabemos es que intentó huir de un patrullero al ser delatado. Él nunca pudo llegar a la escalera ni entrar al edificio, antes, un tiro en la espalda lo derribó.
Mi versión de la historia le intereso mucho; fue más que evidente, manteniéndose casi todo el tiempo en silencio e impávida. Nunca rebatió mi relato. Solo se dedicó a exponer los elementos tal y como los conocía. Por último, me dio la dirección y el número telefónico del historiador de la Asociación para que diera mi versión, cosa que no hice.
Al terminar las pesquisas me dirigí al lugar de los hechos. Pasé las manos sobre el bronce de la tarja. Mis dedos palparon las palabras inscrita a relieve.
–Mártir no, héroe es tu estirpe, no fuiste a la lucha por hambre, ni porque te viste envuelta en ella, ni por librarte de alguna deuda o condena, no aspirabas a conquistar ciudades, como muchos otros, fuiste todo coraje, desprendiéndote de lo que poseías y de un futuro tranquilo, para ti, mi respeto –exclamé en el lugar donde tantas veces revolqué mi cuerpo cuando jugaba mientras fui niño.
En ese momento creí tener certeza sobre lo ocurrido el siete de agosto de 1957 en la intersección de las calles 18 y 19 en el Vedado capitalino.
Una siniestra sonrisa exhibía el rostro del viejo vendedor, aún respiraba. ¿Cuál habría sido su participación?

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domingo, 4 de marzo de 2012

El Héroe y el vendedor, 3ra parte


Cuento que aparece en el libro "Preámbulo para un suicida"

–Eran unos asesinos, lo arrastraron boca abajo por las escaleras, como si fuera un saco, su cara chocaba sin misericordia en cada escalón y sobre el piso de granito de la entrada el edificio –siempre contaba el vendedor, conteniendo su respiración, nunca quiso que sus hijos lo vieran llorar–, pero el muchacho se repuso y se incorporó, le dio otra paliza. Por segunda vez, tambaleándose, trató de ganar las escaleras, era su única vía de escape. Tres de los policías vestían uniformes, el cuarto, vestido de civil y que se había mantenido alejado de la persecución y las palizas, salió del auto y disparó. El joven cayó al piso antes que pudiera llegar a la puerta del edificio. Tinto en sangre, el cuerpo de José Ramón yacía muy cerca del contén, después fue tirado en el patrullero, que salió chillando gomas del lugar. Antes de doblar a la calle 17 se sintió un disparo dentro de la perseguidora, al parecer era el tiro de remate.
Al otro día fui al tecnológico. Caminé alrededor de dos kilómetros para llegar al objetivo. Detuve la marcha a mitad del recorrido, frente a una tarja, que tenía inscrito el nombre del joven. Era el lugar del asesinato. Ubiqué en mi mente todos los elementos de la historia, y así poder reconstruir los hechos en el mismo sitio. ¿Cómo es posible que se conozca tan poco de ti?, musité frente al memorial, también recordaba que en ese mismo lugar, en esa misma intersección, pasé parte de mi infancia, cuatro años después de su muerte comencé a andar por el sendero que marcó su sangre.
 Luego del trámite de la puerta del tecnológico quedé enredado en los laberintos de la escuela, hasta que pude encontrar la oculta cátedra dónde trabajaba mi amigo. Ya en el lugar, en el sótano del edificio, era esperado por la eterna sonrisa de Martino.
–¡Toma el mural! –dijo sin protocolo de recibimiento, entregándome una tabla que reposaba en el suelo y que cumplía tal fin. Con ansiedad husmeé el mural hasta dar con un escrito pegado con tachuela, que poco a poco fue cubriendo toda mi imaginación y puntos de vista. Pero al terminar de leer la cuartilla noté imprecisiones respecto a mi historia, además, mis expectativas eran grandes y la crónica realmente era breve, tornándoseme insustancial.
–¿No hay más? –pregunté.
–Ahí está todo, si quieres más te recomiendo que subas a la biblioteca, allí hay hasta objetos personales de él, y quizás el viejo del archivo tenga en la computadora más datos.
En un pequeño local en el fondo de la biblioteca había un empleado atendiendo a varios estudiantes que solicitaban sus servicios. Una pequeña mesita, un armario sobre el que se amontonaban varias máquinas de vídeos, un mueble con puertas de cristal y la computadora en su mesita eran varios de los componentes del cuarto.
–¿Qué desea, compañero? –inquirió el bibliotecario al percatarse de mi presencia. Los alumnos dejaron de acosarlo, dedicándose a observarme. Le expliqué mi interés y mientras lo hacía movía su cabeza en forma negativa, al parecer era una maña, porque era recurrente y nunca la detuvo. Con mucho trabajo logró llegar al archivo de la computadora donde había otra biografía, tenía un poco de más datos que la leída en el mural de la cátedra.
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sábado, 3 de marzo de 2012

Poema 3: Epigrama


Epigrama

Ahíto mi boca y murmuro tu nombre.
Anido esperanzas en la dramaturgia y lo dramático.
Me aferro a tu trompa de de Falopio como cigoto en peligro.
Reproduzco gametos tuyos en mi mente.
Practico cuanta ciencia de amor exista.
Construyo autopistas de un solo sentido –el de regreso–.
Desdeño mi intelecto en descifrar tu estampa sediciosa.
Soy víctima que venera a su victimario.
Existo como cadáver sin reproches.
Te acostumbré a apretar el gatillo.


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